domingo, 6 de febrero de 2011

Capítulo 6

      Capítulo 6
Trascurrieron un par de semanas después de esto y por mucho que lo intentase no lograba olvidarlo, no lograba olvidar mis sentimientos hacia ella, hacía Rose. A parte de eso mis días en la Academia fueron mejorando, ya sabía dónde se encontraban las cosas y no me perdía tan a menudo, a diferencia de los primeros días en los cuales tuve que recurrir a Alberta en más de una ocasión.
Ahora me encontraba de vigilancia, era de noche para los morois y los estudiantes debían estar en sus habitaciones durmiendo. Bajo estas circunstancias es cuando son más vulnerables, pero no me encargo de protegerles de strigois, la Academia se encarga de eso ya que tiene una protección mágica, si no que hago de niñera, mi trabajo es vigilar que los estudiantes estén en sus respectivas habitación y no andando por los pasillos. Y esto último pasaba muy a menudo, ya he tenido que llevar a más de uno al despacho de la directora. Y esa noche no sería diferente.
No tarde mucho en encontrarme un polizón fuera de su cuarto, parecía dirigirse donde se encontraban las habitaciones de las estudiantes femeninas. Me acerque un poco más para ver si podía reconocerle y así lo hice, se trataba de Ralf Sarcozy, al parecer le gustada escaparse en horario nocturno, ya que le había perdonado dos escapadas, pero este moroi no se iba a librar  una tercera vez.
 - Señor Sarcozy, - le dije al chico, el cual se giro con miedo- ¿tiene usted algún permiso especial para andar rondando en esta parte de la academia a estas horas?
- N... no, señor.
- Entonces, ¿por qué se encuentra fuera de su cuarto?
- Yo... no estaba haciendo nada... se lo prometo.
- Escúcheme bien señor Sarcozy, será mejor que en este mismo momento usted se vaya a su cuarto y mañana temprano deberá presentarse en la oficina de la Sra. Kirova. Y más vale que se presente o me encargaré yo de su castigo, ¿le ha quedado claro?
-Es muy injusto, yo no he hecho nada. Además sólo ha sido una vez.
- Vuelva a su habitación y mañana le estaré esperando con la directora.
Ralf se encaminó hacia donde se encontraría su habitación
-Esto es injusto-seguía murmurando- Y todo por culpa de Mía.
¿Mía? ¿Se refería  a Mía Rinaldi la chica con la que tienen tantos problemas Rose y la princesa?
Después de cerciorarme que Ralf se encontraba en su habitación, me pasé por “casualidad” por el cuarto de Mía Rinaldi, para cerciorarme de que se encontraba allí. Tenía una hoja que indicaba los cuartos de cada alumno, el nº27 era el que correspondía a está estudiante.
Cuando la encontré acerque mi oído para escuchar atentamente si había alguien despierto. Pude escuchar un ruido parecido al que hace un niño pequeño al saltar en la cama y algunos gemidos ahogados. Sonreí al pensar en lo que me disponía a hacer, pero antes de llamar a la puerta mi rostro volvía a estar serio,  eso es lo que me habían enseñado y lo que yo tenía que enseñar a Rose.
-¿Quién es?-pregunto una voz femenina sofocada.
-Soy el guardián Belikov. ¿Puedo pasar?
-¡No!-dijo mientras cuchicheaba con la otra persona que se encontraba en el cuarto
-¿Hay alguien con usted?
-¡No!-mentía.
- Las estudiantes se quejan que hay mucho ruido proveniente de este cuarto, ¿seguro se encuentra bien?
-¡Sí!
-¿Puedo entrar ahora?-digo moviendo el picaporte de la puerta
-¡Espere!-oigo algo parecido a escóndete-Ya-responde ahora más relajada.
-Señorita Rinaldi, disculpe las molestias, pero sus compañeras se preguntan él porque de tanto ruido.
-Yo no he escuchado nada-dice mirando hacía su armario de manera  obsesiva, así que ahí se ha escondido.
-Hoy ya he tenido que mandar a uno de los alumnos a la oficina de la directora por encontrarse despierto a estas horas y fuera de su habitación-digo mientras me acerco al armario.
-Estoy en mi habitación-dijo con un tono muy seguro.
-Cierto, pero no está dormida-no me respondió-Bueno ahora me iré de aquí y espero que se acueste ‘sola’, señorita Rinaldi.
Entonces salí de la habitación y me escondí cerca para  ver quién era el chico que estaba en el armario. A los pocos minutos vi a Mía sacar la cabeza y mirar a ver si había alguien y después salió corriendo un chico, estaba casi seguro que se trataba de un miembro de la familia real Zeklos. Bueno si lo volvía a encontrar se lo preguntaría antes de enviarle ante la directora.


Esa misma mañana me encaminé hacía la biblioteca St. Vladimir. Casi toda ella eran largas hileras de estanterías de madera que llegaban hasta el techo, pero había una zona en la que había algunas mesas para los estudiantes. Las puertas que daban a este lugar están construidas de vidrio trasparente, y al cruzarlas se encontraba la Srta. Dittrich, la bibliotecaria, que era un moroi que pasaba la mayor parte del tiempo leyendo y pidiendo a los estudiantes que guardasen silencio. Yo la saludé y me dirigí a la zona que tan bien conocía pues la había visitado en durante los últimos días para buscar información sobre Anna Shadow-Kiss, la zona de libros religiosos. La primera vez me sorprendí al ver la cantidad de documentos dedicados a St. Vladimir y también la cantidad de ediciones de cada una. Pero ahora solo quedaba una fechaba en el año 1873, era muy vieja y se estaba desarmando, sus hojas eran de un tono amarillento, pero aún se podía leer. Escogí las fechadas en esa fecha porque eran las más antiguas y seguramente podría entregarme más datos que en otras versiones que pudieron haber cambiado por la traducción y/o también por las alteraciones que sufren a través del tiempo.
Tras leerlo y tomar mis últimas notas lo devolví a su lugar.
 Mientras me encaminaba hacía el gimnasio releí los datos que había ido reuniendo:
1. Decían que San Vladimir estaba poseído por el Espíritu.
2. Curaba a los enfermos con el solo tacto de su mano.
3. La fecha de su nacimiento no está clara.
4. Él y su guardiana Ana Shadow-Kiss mantenían una estrecha relación.
5. El apellido de Ana no era Shadow-Kiss, pero el siempre la apodo así.
6. Una vez Ana tuvo un accidente en el cual casi muere. Tras esto San Vladimir parecía desecho.
7. Se decía que Ana no sobreviviría, pero se cree que el poder de San Vladimir la curo.
8. Después del accidente Ana y San Vladimir estuvieron mucho más unidos que antes.
9. Después de que Ana se recuperará San Vladimir comenzó a actuar de forma extraña, pero con el tiempo volvió a ser el de antes.
10. Tras la muerte de San Vladimir, Anna se suicido.
Esto es lo que había conseguido tras dos semanas de investigación, después de eso no había sacado más hechos concretos, pero probablemente debía revisar un poco en la estantería de historia, algún libro sobre San Vladimir debía haber, o sobre la vida en el siglo XVII, porque seguramente San Vladimir debió haber vivido por esos tiempos, ya que en la Biblia escrita en 1873 San Vladimir ya estaba muerto.
Ya sé, probablemente debía investigar más sobre Ana Shadow-Kiss, pero no había nada sobre Ana, por lo que San Vladimir era mi único medio de acercamiento a ella.
Mientras investigaba en más de una ocasión me he preguntado, ¿por qué  lo hacía?, ¿por qué investigaba esto?, ¿por qué me interesaba tanto? Y siempre llegaba a la misma respuesta por Rose, porque a Rose le interesaba. No debería estar ayudando en su investigación, ni siquiera pensaba decirle si encontraba algo, simplemente lo hacía porque ella lo hacía. Quería saber que era lo que la angustiaba. Porque me importaba en lo que se estaba metiendo por un hecho diferente al de ser su mentor, si fuese por eso hace un mucho que habría informado a Kirova. Pero no. Aquí estaba yo intentando saber que era lo que tenía tan preocupada a Rose. ¿Por qué?, porque había algo en ella que me agradaba, que me gustaba y mucho. Y ese algo me estaba haciendo cometer estupideces como está.
Además si Rose se llegase a enterar lo que empezaba a sentir por ella  muy probablemente me odiaría, no querría volver a verme y yo no podría soportarlo. Decidido. A partir de ese momento dejaría de investigar  a pesar de que la curiosidad por saber me mataría.
Llegué al gimnasio un poco antes de que empezara el entrenamiento, de hoy en adelante intentaría mostrarme más distante, no me dejaría llevar por estas locas emociones que se arremolinaban en mi interior, ya no era un adolescente.
Me senté en una colchoneta y volví a leer un libro llamado Louis L'amour, donde guarde mis notas.  Hoy no había olvidado traer mi reproductor de CD, estaba muy contento por haber encontrado mis discos, especialmente uno de Prince, que mi madre escuchaba una y otra vez cuando era pequeño. Había momentos en los que sentía nostalgia y me gustaba recordar mi tiempo en Siberia, a mi familia.
Al poco rato sentí los pasos de Rose acercándose, en ese momento cuando sonaba “When Doves Cry”.
-Vaya, Dimitri- dijo, tirando su mochila en el suelo –Ya me doy cuenta de que ahora debe de ser un existo en Europa del Este, pero ¿no te parece que podríamos escuchar algo que no se hubiera grabado antes de que yo naciera?
 Apenas me moví, recuerda Dimitri se distante-¿Y qué más te da? El único que la va escuchar soy yo, tú vas a estar fuera corriendo.
Hizo una mueca y comenzó con sus ejercicios de entrenamiento-Eh. ¿Y de qué sirve tanto correr, de todas formas?-pregunto-Quiero decir, me doy cuenta de la necesidad de mejorar mi resistencia y todo eso, pero ¿no deberíamos estar ya haciendo algún ejercicio con golpes? Me están dando una auténtica paliza en el grupo de prácticas-es cierto, pero ha mejorando mucho en muy poco tiempo.
-Quizá deberías golpear más fuerte-respondí.
-Lo digo en serio.
-Pues es difícil ver la diferencia-baje el libro, pero no me moví-Mi trabajo consiste en prepararte para defender a la princesa y la luchar contra las criaturas oscuras, ¿no?
-Sí.
-Así que respóndeme: supón que consigues secuestrarla de nuevo y llevarla a un centro comercial. Mientras estáis allí, se te acerca un strigoi. ¿Qué harías?
 -Depende de la tienda en la que estuviéramos-La miré fijamente a esos ojos castaños, pero esta vez no me iban a despistar, nada en ella me distraería. Además qué es eso de “Depende de la tienda en la que estuviéramos “, ¿hablaba en serio?-Vale. Le clavaría una estaca.
 Me senté en la colchoneta-¿Ah, sí?-por favor, dime que sabes hacerlo mejor-¿Tienes una estaca de plata? ¿Sabes usarla?
Aparto lo ojos de mí y eso me hizo sentir vacio, ‘no Dimitri no’ me dije a mí mismo.  
-Bueno, también le puedo cortar la cabeza.
-Salvando el hecho de que no tienes un arma capaz de hacer eso, ¿cómo vas a compensar el que probablemente sea treinta centímetros más alto que tú?-Se incorporó, parecía irritada. Vamos, la respuesta era muy obvia.
-Bien, pues le prendería fuego.
-Otra vez te pregunto lo mismo: ¿con qué?
-Vale, me rindo. Tu ya tienes la respuesta, simplemente te estás quedando conmigo. Estoy en el centro comercial y veo un strigoi, ¿qué es lo que debo hacer?
No puede ser –Echa a corre- le respondí y podía ver en sus ojos que si hubiese podido me hubiese tirado algo.
Cuando termino los ejercicios de estiramiento me ofrecí para correr con ella. Ya le había hecho correr en reiteradas ocasiones, pero esta vez era diferente porque ahora sabía por qué lo hacía.
-¡Estás en buena forma, Rose!-un chico saludó a Rose, ella le sonrió, era Mason. Una oleada de rabia y disgusto me recorrió. Celos. No, yo no podía sentir celos.
-Estás disminuyendo el ritmo-dije, con una dureza que no acostumbrada a usar con Rose-¿Esté es el motivo por el cual no rebajas tus marcas con más rapidez? ¿Te distraes con tanta facilidad?
Tras decir estás palabras Rose incremento el ritmo, aunque se notaba que le costaba. Dimos doce vueltas y había superado su marca en 2 minutos.
-¿No está mal, eh?-dijo mientras nos dirigíamos al interior para hacer lo estiramientos de relajación-Tiene pinta de que podría escapar de los strigois antes de que me cogieran en el centro comercial. No estoy segura de cómo le irá a Lissa.
-Si ella estuviera contigo, estaría bien-ella me miró sorprendida, una parte de mí gritaba que era incorrecto, otra parte decía que un mentor podía elogiar a su alumna de vez en cuando.
Entonces algo extraño paso. La mirada de Rose cambio por completo, su rostro expresaba dolor, como si algo le hubiese golpeado. Pero ella se encontraba perfectamente. Entonces antes incluso que volviera en sí empezó a correr. Yo la seguí. Preocupado por Rose, preguntando que le pasaba, hasta que recordé que esa mirada la había visto otras veces… ¡Lissa!

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